una tarde no se de donde apareció en casa, llegó sin mas y se quedó allí parada mirandome, con esos ojos diminutos, brillantes, dos cabecitas de alfiler insondables y misteriosas. su negro penetrante se engarzó con el verde diafano de los mios y se enroscaron. después desapareció unos dias,
algo que sería habitual.
al principio me extrañó por que una vez tuve un perro y nunca se iba, siempre estaba a mi lado. tumbado, en guardia o dormido, pero siempre a mi lado. me percaté que no conseguiría nada tratando de entenderla como un animal de compañía, un perro soso que está entrenado para no pensar.
había que entenderla como una cucaracha
así es que empecé a leer libros sobre cucarachas, visualicé algunas peliculas, aprendí mucho. resulta que son uno de los animales mejor adaptados, con un duro caparazón que los protege de todo. hay teorías que sugieren que además de las ratas serían las únicas capaces de sobrevivir a un ataque nuclear, a cualquier ataque
jugabamos a mirarnos mientras moviamos los labios sin decir nada, como si estuvieramos charlando, pero solo nos mirabamos, por que aunque hubiera podido pronunciar palabra es imposible entenderse con una cucaracha en tan poco tiempo
a pesar de eso llegamos a tener momentos muy especiales. ella se tumbaba bocarriba, desprotegida, y yo le hacia cosquillas en la barriga con la punta del dedo índice o utilizaba una pluma vieja de escribir que andaba por ahí tirada,
en otras ocasiones me tumbaba en el suelo a ver el mundo desde su perspectiva, me tapaba con una manta negra, y los dos nos quedabamos callados moviendo las extremidades sin avanzar
ella me miraba y seguramente se preguntaba que coño hacía yo ahí abajo
pero creo que le gustaba
yo creo que le gustaba
y a mi también, demasiado, por que a veces desaparecía durante dias y yo me sentía solo y me tumbaba sobre el frio suelo de gress, tapado con mi manta negra, a contemplar el mundo como las cucarachas, siempre temiendo que alguien te pise, siempre protegido por el enorme caparazón
cuando salía de casa recordaba los momentos juntos, sus patitas, sus ojos intrigantes, recordaba las sacudidas excitada cuando mi dedo rozaba su vientre.. mientras aporreaba el ordenador como un automata recordaba mis juegos con ella, y sonreía
ella mientras, hacia bolas de pelusa, que me lanzaba al entrar en la casa, al principio lo tomé como un juego por que se pegaban a la ropa y resultaba gracioso
pero después me di cuenta de que cuando la dejaba sola se dedicaba a recoger todos los restos que encontraba por ahí y a amontonarlos y a escupirlos sobre mi.... y eso ya no resultó divertido...en absoluto